Ballenas de paso por Mar del Plata

24-7-2007

Las ballenas francas australes llegan todos los años a las costas de la Península Valdés, en la Provincia de Chubut, para criar a sus hijos. El ecoturismo está generando allí importantes ingresos, regulados por normas de protección bajo el marco de la Ley nacional 23.094. Las embarcaciones que transportan a la gente para llegar a verlas, sin embargo, son motivo de preocupación por las molestias que pueden ocasionar a estos cetáceos.

El miércoles 8 de agosto pasado, algunas ballenas hicieron una escala inusual, dejándose ver en las costas de Mar del Plata. Llegaron a estar a unos 300 metros de la orilla, acercando a la gente a la playa, zoom y hasta mate en mano, sólo para admirar y capturar su maravillosa presencia. Verlas así, en el devenir de sus propias vidas, permite esa relación que necesitamos recobrar con los no humanos, con todos ellos: Lejos del cautiverio forzado, y cualquiera sea la especie a la que pertenezcan. A su vez, los que «miran», disfrutan en un marco de respeto por la vida y la libertad de otros animales.

Las ballenas son hoy un «monumento natural», concepto creado legalmente para protegerlas de la extinción provocada por la caza. Pero cualquiera sea el número que integre la especie, todos ellos son seres sintientes. A estos individuos sensibles el cuerpo les duele más allá de cuántos sean en este mundo. Los individuos sensibles como las ballenas, y como las vacas, los cerdos y los gatos -sólo por poner algunos ejemplos-, tienen además de dolor corporal, un sufrimiento como el nuestro: miedo y angustia son emociones animales. Todo es artificial en la manipulación de los no humanos, sin importar el tipo de jaula o confinamiento pensado para explotarlos. Un zoológico es tan artificial como cualquier jaula o lugar de cría de animales destinada a convertirlos en productos para el consumo.

Algunas personas preguntan: ¿Pero acaso somos iguales a los otros animales? Considerar el valor inherente de los individuos animales no humanos no significa desconocer las diferencias entre humanos y no humanos. Significa que ninguna de estas diferencias nos pone en un pie de superioridad que justifique la mirada antropocéntrica y especista que resulta del animal considerado como «recurso».

 

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