De la defensa individual a la social y viceversa

defensa-individual-a-social-annyCuando se toma conciencia del daño que se inflige a otros animales al demandarlos como mercaderías, nuestro primer objetivo es dejarlos de consumir y de participar en las actividades donde así los consideran, extrayéndolos de tal cosificación en lo que atañe a nuestra propia vida. Adoptar el veganismo es, entonces, una consecuencia lógica para dar lugar al abolicionismo en la vida cotidiana. En la lectura del discurso instalado, en cambio, sólo se permiten las miradas que no alteran demasiado el normal funcionamiento del animal como recurso en cuanto a las industrias más involucradas, atendiendo a las que desbordan sadismo (o a la crueldad surgida del psicópata individual), especialmente el que puede catalogarse como “evitable”, concepto que remite en general a la idea de “entretenimiento o diversión.” En esta lectura, el veganismo es “exagerado”, simplemente porque su óptica se hace desde la normosis instalada por la aceptación de la esclavitud animal. Estamos transformando nuestra relación con los otros animales en un mundo mayoritariamente a contramano.

De manera que al adoptar el veganismo se despierta a los horrores de una guerra, y es aquí cuando nos damos cuenta de que es una guerra que está en marcha desde hace muchos años. Cada detalle “normal” de la sociedad en la que estamos insertos, que antes hasta podía pasar desapercibido, es visto ahora con otra mirada, una que lo corporiza como una agresión hacia quienes ahora consideramos como seres que merecen respeto. Y también hacia nosotros mismos, pues vibramos en empatía con ellos. La reacción puede ser variada, desde el aislamiento hasta cierto agobio personal que lleva a silenciar una defensa que nos obligan a considerar como “exagerada.” Es posible hacer un activismo personal con los allegados, y de hecho, es habitual hacerlo. Es más difícil actuar convenientemente en los campos sociales, lo cual incluso lleva a que tengamos que pensar cada paso que damos, también a nivel individual, como parte de una cadena que afecta a todo el movimiento. Formar parte de un grupo, como miembro o voluntario o como colaborador, significa afectar de alguna manera en el movimiento, por eso necesitamos volvernos “uno con todos” en las actividades que realizamos con quienes están incidiendo socialmente, lo hagan desde una organización o no. La mejor de las propuestas fracasará si algunos activistas se aíslan de este conjunto por estar desconcentrados del resultado que se pretende, quizás sin darse cuenta. Es que el especismo que queremos erradicar como prejuicio individual, además de estar grabado como condicionamiento mental y corporal, se manifiesta en otro terreno, cuestión que se revela en determinados análisis socio-económicos siempre afectados por las condiciones de tiempo y lugar. Las personas que usan animales no humanos suelen estar apegadas, por ello, al tranquilo lugar de la aceptación social. Los activistas se preguntan si optar por la verdad –me refiero aquí a la verdad como parresia[1]–o la persuasión, la cual suele incluir una dosis de retórica –en vez de la verdad pura y simple–, la adulación –en vez de la crítica constructiva–, y la preponderancia del interés personal o la indiferencia –a costa de la obligación ética como activista–.

Un concepto que suele aparecer en el escenario es el principio de ahimsa, la posición de no dañar que comenzó como un valor de autocontención y superación de la propia agresividad para luego pasar a tener en cuenta a los otros y convertirse en un valor moral o deber ético, profundamente desarrollado en el jainismo. Gandhi se manifestó como uno de sus principales exponentes.

de-la-defensa-individual-a-la-social-any-aboglioAunque al principio Gandhi se enroló en la no-cooperación –una idea tomada de Platón pero también de David Thoreau que se apoya en la noción de no-resistencia–, denominándola resistencia pasiva, luego cambia de estrategia para denominarla satyagraha, la fuerza de la verdad. Ya no rehúye el pago de impuestos o acerca la otra mejilla, sino que busca un método para llevar al adversario a enfrentarse a la situación delante de la cuestión misma que se disputa y para devolverle la acción indebida, sin causar daño o haciendo uso de la violencia hacia la otra parte.

Satyagraha es la actitud categórica o “fuerza” por la que uno se atiene firmemente, aprehende y se aferra a la verdad, hasta que triunfa. Esa verdad que es la que nos está proporcionando la otra mirada. Si ahimsa es no causar daño, unido a satyagraha implica aceptar que lo correcto, en una sociedad que acepta tal grado de daño hacia los otros animales, es decir la verdad sin vueltas, soportando las consecuencias. Cierto es que cuando se dice con agresividad o desprecio, no sirve para nuestros propósitos. Pero lo mismo ocurre cuando se enmascara con dilaciones o se fragmenta su alcance, pues no produce olas en el movimiento abolicionista. Se trata de hacer lo correcto sin manipulaciones, pero también sin temer que decir la verdad nos coloque en el terreno de lo política o socialmente “incorrecto.”

Nota

[1] El concepto de parresia fue acuñado por Foucault, aludiendo a la posición de quien se juega por decir la verdad por considerarla su deber moral o socio-político. Por supuesto, se necesita una cierta garantía de credibilidad en cuanto a una relación creíble con la verdad, que  suele provenir de la propia posición ética de quien la emite, y como nunca estaría libre de un posible auto-engaño, me refiero a ella aludiendo a la realidad concreta que enfrentan los animales no humanos como consecuencia de nuestras acciones.

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