Experimentadores unidos por el bienestar animal.

Análisis de la nota “Vida de Ratas”. VIVA, 1-10-06

De haber solicitado una nota especialmente redactada para demostrar la adscripción a las normas de bienestar animal por parte de quienes experimentan con animales, dudo que se hubiera hecho una tan bien lograda como la del domingo 1° de octubre de 2006, publicada en la revista Viva, del diario Clarín, con texto de Marina Aizen. No solo eso. También se luce la divulgación mediática de los postulados de la ciencia viviseccionista como única productora de verdad científica. Justamente, la nota tiene como subtítulo :”Los científicos locales experimentan con ratas y otros animales de laboratorio. ¿Cómo los tratan? ¿Alguien controla que no sufran porque sí? “ Dicho de otro modo: Esa cosa tan horrenda que hay que hacer por amor a la ciencia, ¿se hace bajo normas que controlen que los animales no sufran porque sí?

“Vida de ratas” parte de la base de que una rata es igual a otra rata, a otra y a otra:

La que se muere es una rata de exactamente las mismas características biológicas de las que uno eliminaría a escobazos en la casa, entre gritos de terror y asco.

También, como puede leerse, acepta los prejuicios habituales que se inculcan socialmente y que llevan a un ataque de pánico ante la visión del animal en cuestión como pocas películas de terror podrían provocar. Sin embargo, este animal monstruoso no es igual al otro de color blanco del laboratorio -dice luego el artículo-, sin aclarar si el blanco de su pelaje o las condiciones de “pulcritud absoluta” del ambiente, llegan a ser elementos capaces de cambiar sus características biológicas. En este último caso, la rata “que se muere” no sería exactamente la misma. Pero no por ser considerada como un individuo diferente –como en realidad sucede a pesar de la mirada antropocéntrica especista-, sino al parecer por su color, o tal vez por su ambiente de crianza. Por lo tanto, la ratita blanca que no produce horror puede ser también matada después de dañarla humanitariamente, porque:

Le ofrenda su vida a la ciencia,…

Difícil conclusión para un ser que jamás dio su consentimiento informado. Este es uno de los clichés típicos de los defensores del uso de animales para experimentación. Del mismo modo se induce a pensar en víctimas voluntarias a través de falsedades retóricas tales como: la vaca “nos da” la leche, y el cordero “nos da” una carne tierna y exquisita.

Dalhia Abramovich, bióloga del Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME), está convencida de que su propio sacrificio como experimentadora va a servir a la humanidad. Dice: “creo que lo que hacemos sirve”. Es lo que le permite continuar su dura tarea a pesar de que -siempre según la autora de la nota-:

…no puede soportar el breve pero eterno momento de este sacrificio desritualizado y ascéptico…

¿Puede ser que haya querido decir “ascético”, persona que se dedica a la práctica y ejercicio de la perfección espiritual? Me inclino a pensar que quiso decir aséptico, perteneciente o relativo a la asepsia, tan necesaria en estos casos. Tal vez sea un simple error tipográfico, de ésos que resultan desagradables para el autor del texto. De una u otra forma, como no todos tienen el cuidado de Abramovich, la nota da voz a los experimentadores con este trillado estribillo:

La ausencia de legislación integral sobre el tema y el hecho de que los organismos que subvencionan la investigacion no exijan ciertos estándares éticos y tecnológicos para aprobar los proyectos, complica más la cuestión.

Marcelo Vatta (Asociación Argentina para la Ciencia y Tecnología de Animales de Laboratorio, AACyTAL), afirma que “un animal de laboratorio genera conocimiento y por lo tanto hay que darle un trato humanitario”. El problema es que Vatta repite lo que ya nadie:

“No olvidemos que la expectativa de vida del hombre subió por el estudio con animales de laboratorio”, agrega el científico.

No se necesita haber leído todo McKeown ni al siempre presente IIlich. Tomemos el discurso presidencial de Edward Kass de octubre de 1970, ante la Sociedad Norteamericana de Enfermedades Infecciosas, donde afirmó que lo que había acabado con la difteria, la tuberculosis, la neumonía, sarampión, asepsis puerperal, entre otras infecciosas, no había sido la investigación médica sino las políticas de salud pública y sanidad además de la mejora del nivel de vida como resultado de la industrialización.[1] Y esto fue lo que aumentó significativamente la expectativa de vida del hombre y, también, de la mujer.

Ingresa ahora en la nota el clásico bienestarista de siempre: El trío compuesto por las “tres Rs”. de Rusell y Burch. Reducción de animales.Refinamiento de las reglas de utilización. Reemplazo, se supone que de los animales, por experimentos sin ellos, pero en la práctica no se aplica porque justamente los científicos consideran “necesaria” la experimentación en animales. Todo el esfuerzo está puesto en conseguir leyes de “regulación” de los animales utilizados para experimentación, pues es la manera en que se sostiene y se asegura la actividad. De hecho, el proyecto de ley de la AACyTAL dice que “solo” se puede experimentar… prácticamente para cualquier fin. La R de la norma bienestarista, útil a sus propios fines. Así como hay cierto apuro en obtener normas de bienestar animal requeridas por ejemplo por la Unión Europea, respecto de animales criados para producir carne, también en este campo están apurados:

…además porque para poder publicar afuera se necesita cumplir con ciertos estándares.

Vatta considera muy difícil poner en práctica el reemplazo de los animales porque:

“no hay una célula hipertensa. El hipertenso es el animal”

El animal ratón o perro –por ejemplo-, seres torturados y enfermados especialmente para probar drogas que se utilizarán en un hipertenso que no es un ratón ni un perro. Es cierto, no hay una célula hipertensa; el hipertenso es el animal humano. Y las causas son múltiples, pero se intenta controlar con una droga la variable material, suministrando medicamentos que no actuarán sobre el hipertenso, sino sobre lo que sucede en sus células. En estos momentos se presenta un nuevo Consenso Argentino de Hipertensión, actualización elaborada por el Consejo de Hipertensión de la Sociedad Argentina de Cardiología. Hacé hincapié en la prevención, dado que han acordado en que la hipertensión se puede prevenir. ¿Lo dijo esto antes algún médico no ortodoxo? Lo que sí seguro está dicho es que mejor prevenir que curar. Sobre todo cuando no hay curas, sino tratamiento de síntomas. Según el especialista Alberto Villamil, la prevención viene de la mano de la dieta saludable, la actividad física, poca sal, y evitar los tóxicos. [2]

Luego la nota hace referencia a que hace dos décadas que se implementó la carrera de Técnico en Bioterio. Casi dos décadas. Esta carrera fue creada por Resolución 2426/88 del Consejo Superior de la Universidad de Buenos Aires en 1988, y se dictó en las Facultades de Farmacia y Bioquímica y de Ciencias Veterinarias, a partir de 1989. Su gran promotora fue la farmacéutica Berta Kaplún –hasta el 2005 vicepresidenta de la AACyTAL- quien se enorgullece de implantarla en toda Latinoamérica.

La bióloga Valeria Burgos mata animales no humanos con una guillotina, pero lo hace sin crueldad pues es una:

tarea que le resulta desagradable

y por eso:

trata de hacer bien rápido.

Burgos sabe que las ratas son hipersensibles a los olores y que enloquecen con el olor de sus compañeras. Sabe también que:

Se hacen amigas del experimentador que trabaja con ellas, si este las trata como se debe.

Tenemos entonces una mujer que sabe que está enloqueciendo a diario a otros seres que incluso en condiciones normales dan la vida por sus compañeras y hasta ayudan a sobrevivir y a alimentarse a los individuos más viejos de su grupo. Una mujer que da cuenta de que la rata puede generar lazos afectivos con un ser de la especie humana. Una mujer a la que le han enseñado a sojuzgar y a matar sin remordimientos, pero lo hace “como se debe”. Me recuerda a la matadora bienestarista Temple Grandin, empleada de un matadero. El hecho de confinar, enfermar, mutilar, operar, punzar, investigar, manipular y finalmente matar no se cuestiona, pues no se admite:

  1. El cuestionamiento de la necesidad científica de hacerlo.
  2. El cuestionamiento ético del uso de seres sintientes como medio para fines de los humanos.

El Bienestar Animal como portavoz de las propias necesidades de los experimentadores, queda absolutamente confirmado cuando la nota, haciéndose eco de las palabras de Víctor Fernández, a cargo del bioterio del la IBYME, dice:

Si un estudio se arruina porque el animal está contaminado o porque su cepa es la equivocada, ese dinero habrá ido a parar a la basura. “Al tratar bien al animal, no solo estás actuando humanitariamente, sino que tenés mejores resultados científicos…”

Dado que el objetivo es siempre el resultado científico, todo el sufrimiento y el sojuzgamiento del animal que es juzgado como necesario, y que no arruina el experimento porque de hecho es el mismo experimento, se considera permitido. Los conceptos de “humanitario” y “buen trato” tienen en estos campos acepciones muy distintas a las que el público imagina cuando escucha estas palabras, tan útiles para condicionar a la opinión pública y prepararla para el buen recibimiento de las normas bienestaristas que reglamentarán la pujante actividad en el país. La AACyTAL llevó los comités de ética a la UBA pero están preocupados porque no se implementan. ¿Quiénes monitorearán el dolor, la ansiedad, el miedo, el encierro, el sufrimiento, la muerte? ¿Ellos mismos? ¿Los proteccionistas de animales a quiénes ya es difícil que puedan convencer? ¿Las sociedades bienestaristas?

Martínez recuerda que no hay que tener lástima porque:

Moralmente uno se debe sentir tranquilo pensando cuántas personas van a dejar de sufrir por tu trabajo.

Teniendo en cuenta el revisionismo histórico de los resultados de la experimentación con animales y lo que está sucediendo en materia de salud humana, sería mejor que Martínez difundiera las ventajas del veganismo y luchara contra la contaminación del agua, la tierra, el aire, los alimentos. Salvaría más vidas humanas sin necesidad de utilizar especulaciones de laboratorio. Miles de sustancias químicas tóxicas han sido volcadas en la Tierra luego de pasar la prueba de «seguridad» que implicaba el ser probadas en animales no humanos. Sustancias que, como el DDT, se fijaron en el cuerpo de los humanos, enfermándolos a ellos y a sus descendientes, y que la O.M.S. –no encuentra al parecer nada mejor-, hoy recomienda para luchar contra la malaria. Ya se advirtió que se necesitará nueva tecnología para erradicar a los contaminantes acumulados en la Tierra.

Martínez –con guión preventivo-, dice que para él:

No es correcto hablar de “derechos de los animales”, sino de “bienestar animal”.

Por supuesto, si fuera correcto, no podría usar a otros como lo hace con total impunidad. Acepta que usan mayoritariamente ratones y ratas, pero también perros, conejos y gatos. Lo que no dice es que se utilizan ratones y ratas por la facilidad de la endocría y de su manejo, como así también su alta tasa de procreación y la facilidad para ponerlo y sacarlo de una jaula. Y también por una razón nada despreciable: En el imaginario social, la rata y el ratón son de esos animales “que uno eliminaría a escobazos en la casa, entre gritos de horro y asco.” Martínez dice que es “moralmente cuestionable” el trabajo con monos y “peligroso para el investigador” por la posibilidad de contagio de enfermedades letales. Pero los monos sufren y sienten igual que perros, conejos, gatos, ratas y ratones y tienen un valor por sí mismos, más allá del comercial o afectivo que cualquier humano pretenda darle. Es el peligro para el investigador el que les permite aceptar que es “moralmente cuestionable”, al parecer debido a su parentesco cercano con el humano, lo cual queda sugerido.

En recuadro aparte, aprece un texto bajo el título “El precio del shampoo.”, de Fabiana Fondevila. En el caso ya no hay que medir el dolor para calcular hasta dónde se lo puede provocar porque testear un champú hace a los experimentos “innecesarios.” Por eso se pregunta:

¿… cuándo llegará el día en que se pueda comprar un shampoo con la tranquilidad de saber que el único que paga es uno?

La tranquilidad de saber que el único que paga es uno es imposible hoy también para quien consuma medicamentos alopáticos.

Finalmente, muy distraída, la nota dice que el debate a la Argentina “aún no llegó”. Erróneo. Esta misma revista publicaba una nota mejor informada acerca del tema, en su edición del 19 de marzo de 2000.[3] La columna de mi autoría señalaba que “No hay leyes que los protejan” A pesar del recorte habitual del texto por razones de espacio, quedó asentada mi posición en el sentido de que las leyes bienestaristas no sirven para cuidar a los animales en laboratorio. Allí dije en este sentido:

¿Porqué? Por lo que ellas tienen en común con la vivisección: su ineficacia.

La nota del 2000 fue utilizada para la formulación de los Cuadernos de Ética del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. [4]

De hecho, lo que no llegó a la Argentina es la conciencia de que experimentar en seres sintientes está mal, muy mal, cualquiera sea la especie elegida. Cuando la gente acceda al conocimiento de la inutilidad de estas prácticas, y cuando comprenda qué significa que los otros animales son seres que no deberían ser usados como objetos para nuestros fines, empezará a darse cuenta que tiene que oponerse a la experimentación en animales y a todo uso de animales no humanos no solo por ellos sino también por sí misma. Mientras tanto, los experimentadores seguirán expandiendo y desarrollando su intocable y redituable tarea, unidos por el “bienestar” de sus víctimas.

Notas:

[1] Kass. Edward, Infectious Diseases and Social Change, Journal of Infectious Diseases 123 (1971)
[2] “Nuevo consenso para tratar la hipertensión”, La Nación, 6 de octubre de 2006, p. 18.
[3] En la Mira de la Ciencia, Viva, 19 de marzo de 2000.
[4] Disponible en: http://www.buenosaires.gov.ar/areas/educacion/curricula/pdf/primaria/aportes/areas/
fetiyciudad/feycaweb.pdf#search=%22etica%20experimentaci%C3%B3n%20aboglio%22

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