Mujeres y experimentación en animales

el-abolicionismo-existe-el-antiviviseccionismo-tambienPodríamos decir que, de alguna manera, Berta Kaplún es a los laboratorios viviseccionistas lo que Temple Grandin es a los mataderos.

La doctora Kaplún, farmacéutica formada en la UBA, con postgrado en bioquímica y ciencia de animales de laboratorio por la Universidad de Columbia, EE.UU., quiso llevar la carrera de técnico en bioterio a toda Latinoamérica. En Argentina lo logró el 4 de mayo de 1988, por Resolución 2.426 del Consejo Superior de la UBA, con la ayuda de médicos y veterinarios deseosos de que la ciencia no corriera peligro dado que, como declaró la doctora Kaplún el 12 de agosto de 1999, en una entrevista dada al diario Página 12: “Las posibilidades de hacer ciencia estaban en peligro, porque el animal en cautiverio es la base de toda investigación.”

Pensando en esta mujer, simplemente por su condición de tal, no puedo menos que recordar al ecléctico movimiento antiviviseccionista que agitaba la Inglaterra del siglo XIX, compuesto en gran parte por mujeres. Muchas de ellas estaban ligadas a la protección de perros y gatos, quienes eran levantados de las calles o robados para terminar en la mesa de algún vivisector. Otras estuvieron ligadas al movimiento feminista (sufragista), señalando el vínculo entre la propia naturaleza de la experimentación animal y el sometimiento de las mujeres de la época al vínculo patriarcal. Uno de los paralelos más especificados era el uso común de aparatos de sujeción del animal en la mesa del laboratorio y en los tratamientos y revisiones médicas, tanto ginecológicos como obstétricos. En los hospitales, las mujeres de las clases trabajadoras eran expuestas  ante un público estudiantil que asistía a sus clases de medicina.

Por supuesto, no era un movimiento abolicionista. Pero las pocas mujeres que por entonces lograron acceder a la profesión médica querían mantenerse lejos de la postura viviseccionista.

Hasta que apareció una llamativa excepción.

En 1889, la viviseccionista Mary Putnam Jacobi dio una conferencia en Nueva York con su defensa a ultranza de la ciencia sin “sentimentalismos”, reivindicando su estatus profesional como médica en una suerte de estrategia en conjunto con la persecución de derechos políticos para las mujeres. Se abrió una fuerte brecha. Pero fue recién en 1920, con los principales líderes del movimiento antiviviseccionista ya fallecidos, que el vacío fue llenado por los partidarios de la experimentación en animales. Las mujeres conseguían su derecho a voto y las clases trabajadoras continuaban su lucha por separado. Los gobiernos comenzaron a dar su aporte contra las pretensiones de los antiviviseccionistas, y la prensa apoyó de igual manera, pues entendía que lo importante es que se mejore la salud de la población sin importar cómo se logre. Después de los experimentos con humanos en los campos de concentración nazi y el surgimiento del consentimiento informado, los experimentadores en animales pasaron a la famosa frase increpadora que tanto alientan hoy: “¿Y en qué quieren que experimentos? ¿En humanos?”

Durante los primeros diez años, Berta Kaplún fue la Directora de la carrera mixta entre las Facultades de Farmacia y Bioquímica y de Ciencias Veterinarias de la UBA que ella misma creó. Los tecnólogos que formó realizan su trabajo en los bioterios públicos y privados de Argentina. Los bioterios son, en realidad, unidades de producción y mantenimiento de animales para laboratorios. Como todo esto resulta muy admirable a la comunidad científica, se ha presentado un proyecto de ley, que ya goza del visto bueno de las comisiones de Agricultura y Ganadería y de Legislación General, para declarar el día 4 de mayo como el Día Nacional del Técnico para Bioterios, en honor a la creación de la carrera y a los logros de la doctora Kaplún.

El proyecto de ley que analicé en La empresa científica y la regulación del sufrimiento animal, va a estar así bien acompañado.

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