Primero no dañar

3-2-08

A raíz de las declaraciones formuladas por el obispo Bastres en La Prensa Austral, de Punta Arenas, Chile, como consecuencia de una denuncia formulada por el mismo diario, se suscitaron una serie de emails de protesta de proteccionistas y asociaciones proteccionistas, enviadas con copia a los medios. A esto sucedió la defensa de la postura del obispo por parte de la Coordinadora de ACI Prensa, uno de los portales del grupo católico ACI, también a través de emails personales. A su vez esto generó más respuestas y más respuestas de ambas partes, las cuales fueron recopiladas por Eduardo Lamazón, quien recibiera la primera respuesta de la coordinadora de ACI. Abajo el email enviado a la coordinadora el 31 de enero de 2008:

Giuliana:

He leído la casi totalidad de la correspondencia suscitada  a raíz de tu respuesta al repudio enviado en relación con las declaraciones del obispo de Punta Arenas, Bernardo Bastres,(abajo copiada) y no puedo menos que sentir pena por todos, humanos y no humanos. Es habitual que los argumentos ad hominen, entrelazados con insultos personales, se vuelquen con agresiva facilidad a través de la distancia de una máquina, ahogando el debate racional y necesario en la contienda discursiva. No escribo, por ende, para contestar a la adjetivación que has hecho de quienes defendemos la vida animal -lo cual es más humanamente digno que incitar a su matanza- sino con intención de transmitirte una idea que el mundo de hoy está necesitando más que nunca en la historia de la Humanidad.

La violencia se genera automáticamente al poner a unos contra otros. Importan TODOS LOS SERES VÍCTIMAS DE INJUSTICIA SOCIAL. Si sienten, la más alta dignidad del ser humano le indica respetar ese sentir, no sólo no hacerlo sufrir, sino respetar su integridad psicofísica, interés primordial de todo ser sintiente en esta Tierra. Si bien es sabido que en la doctrina católica el NO MATARÁS es un mandamiento relacionado con los humanos solamente, tampoco hay uno que diga MATARÁS al resto de las criaturas sintientes. La interpretación jerárquica (aristotélico tomista) de la Biblia, que fue adoptada por la Iglesia dejando de lado la línea de San Francisco de Asís, fue y es cuestionada por las posturas teológicas de quienes quieren estimular un corazón generoso para el humano.

Los seres humanos -cualquiera sea la religión o las ideas que profesen, cualquiera sea su raza o condición social, su inteligencia o su sensibilidad-, son merecedores de derechos básicos, otorgados por el orden jurídico debido a su condición de seres sintientes. Sin embargo, animales con su misma capacidad para sentir y formas diferentes de raciocinio, no tienen estos mínimos derechos básicos, y no es por ninguna otra razón que no sea prejuicios a veces, y conveniencias económicas la mayoría.  Cuando se sale a defender derechos básicos de los humanos (Chile y Argentina bien lo saben) estamos hablando de las violaciones a estos derechos, consagrados por el humano hace cientos de años en leyes internacionales y nacionales, sin que pese a esto, ni por la ley ni por el sentido común podamos vivir en un mundo armonioso y en paz, como el catolicismo dice que era «antes de la caída», cuando el cordero pastaba con el león y todos los animales humanos y no humanos vivían sin matarse felices y sin comerse el uno al otro.

Tampoco podemos en absoluto sumar más escalas de valores jerárquicos creados por la racionalidad humana -que no es la única en este mundo-, justificando con ellas la opresión y destrucción de otros que no pueden defenderse por sí mismos. Las mujeres y los esclavos han sido víctimas de estas jerarquías. El siglo XX no se quedó atrás. Puede estar el humano en el pedestal más alto del Universo si quieres ponerlo ahí, y aún así esto no justificaría que la solución a sus problemas sea infligir daño. En el caso, los perros están donde están porque los hemos traído nosotros a nuestro mundo, obligándolos a una vida artificial y sometiéndolos a toda clase de penurias, desde condenarlos a convivir en situaciones insanas para ellos, forzándolos a adaptarse como sea a nuestras necesidades, hasta provocarles diversos grados de maltrato, crueldad y matanzas sistemáticas. Los perros no tienen ningún derecho, no solamente a la vida. El antropocentrismo se los niega, como a todos los demás animales. Esto es lo que ha llegado la hora de cambiar. Sojuzgamos al lobo bajo el rótulo de «domesticación». No paramos ahí. Creamos cientos de razas que sufren las dolencias de la manipulación genética y que son parte de la industria de la venta de afecto, entretenimiento, seguridad, experimentación,etc. Por lo cual resulta imposible hallar lógica en proponer matar a los más desprotegidos, una solución que nada soluciona e imparte una enseñanza altamente nociva para los niños. Los sentimientos también se aprenden. Lo más amable que podemos hacer es evitar que sigan viniendo al mundo mediante el método por ahora menos dañoso, que es la esterilización, y encontrar hogar adecuado para los que ya están.

Quienes luchamos en muchos frentes contra la injusticia sabemos que ésta surge siempre del mismo corazón, de la misma mentalidad. Sin duda  que el obispo no pidió crueldad, pero matar dolosamente -salvo defensa propia y algún otro caso específico-, es en sí mismo el más dañoso de los actos. Y siempre conlleva un cierto grado de sufrimiento. Daña al asesinado en su más preciado bien. Y daña también al que mata por sí mismo o a través de otra mano.

En el tema puntual, es lamentable que los que se encuentran en situaciones de poder alcen su voz para pedir que otros maten a perros sin hogar, en vez de propiciar la creación de un buen centro hospitalario municipal que de esterilizaciones gratuitas y se enseñe a los niños a cuidar de quienes somos responsables, pues los humanos nos hemos convertido en los absolutos responsables de toda la vida en la tierra. También es lamentable que no se denuncie la barbaridad de que en un mundo donde hay tantos animales en situación de calle se los siga reproduciendo para venderlos  «como compañía», causa básica de esta situación: la cosificación de un ser. A esto apuntan los derechos animales: al simple derecho de no ser un objeto de explotación.

Por último, el hambre en el mundo donde hay suficiente cantidad de alimentos, y la contaminación y destrucción del planeta que NOS afecta a todos, tiene que ver con esta actitud antropocéntrica y especista que dictamina usar al cielo, a la Tierra y a sus habitantes para beneficio propio.

Atentamente:
Dra. Ana María Aboglio

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