Savia y sangre: otras vidas, otras muertes

Equiparar la vida animal con la vegetal es uno de los recursos a los que apelan los omnívoros-carnívoros intentando relativizar el sufrimiento y asesinato de animales para comida, en una suerte de resignación al daño según ellos inevitable en un humano condenado a la «natural» cadena alimenticia.

Argumentan:
1.-Las plantas sienten, sufren.
2.-Para comerlas también hay que matarlas.

Una postura ética que considere a todo ser sintiente llevaría entonces a que de estos argumentos se deduzca la necesidad de tornarse, por ejemplo, frugívoro, conclusión a la que lejos están de llegar. O no les importa ser la causa del sufrimiento de otro o no están enterados de esta última opción (frutos, semillas, etc), o consideran la muerte de otro para subsistir inscripta en algún tipo de mandato divino.

Lo que no se comprende desde el razonamiento lógico es cómo se puede criticar lo más desde lo menos. Esto es: cómo pueden descartar/criticar al veganismo -que evita el sufrimiento animal- quienes contribuyen al sufrimiento animal y vegetal, matando animales y vegetales.

El gato juega con una papa y no, nadie cree realmente que sea lo mismo matar al gato que hacer con la papa puré. Lo que no significa negar la calidad de ser viviente -no sufriente- y por lo tanto, con el dinamismo propio de todo lo que está vivo. Este tipo de argumentos se aducen a título defensivo, por aquello de que la mejor defensa es un buen ataque. Los carnívoros se sienten incómodos cuando los vegetarianos les recuerdan que esa carne en su plato era un animal con ganas de vivir.

No es lo mismo un gato que una papa, principalmente porque en el vegetal no hay:

  1. Receptores dérmicos capaces de generar el impulso neuroquímico de alerta que se convertirá en la sensación de dolor al llegar al cerebro.
  2. Cerebro donde procesar ese impulso y donde se forma la «conciencia de sí» más o menos desarrollada de los animales puesto que alguien tiene que percibir que le duele.
  3. Endorfinas, sustancias químicas producidas por el organismo animal en presencia de dolores muy fuertes para intentar amortiguarlo.

Sin perjuicio de que todo esto no excluye el hecho de que el vegetal responda energética y químicamente para defenderse y sobrevivir.

No es lo mismo un gato que una papa porque el animal, con un sistema nervioso similar al nuestro, tiene emociones, relaciones familiares y sobre todo intereses básicos similares al animal no-humano. Por eso entrar en una granja de cría intensiva de animales o en un matadero graba recuerdos amargos y sueños de pesadilla en una memoria apenas sensible. Algo que no sucede, por ejemplo, ante la visión de miles de tomates reluciendo en una agrofactoría de cultivo hidropónico al estilo de las de Japón.

Resumiendo:
No es lo mismo un gato que una papa porque ser viviente no es lo mismo que ser sintiente. Las únicas cadenas alimentarias que hoy subsisten son las cadenas de los supermercados, por lo que es incomprensible apelar a lo natural cuando el humano vive en el tan antinatural mundo que él mismo ha formado. Y por último sería tal vez útil recordar que a un ser humano se lo da por muerto cuando se encuentra en un estado de coma que se ha dado en llamar de «vida vegetativa».

Publicado en la revista de Alternativa para la Liberación Animal, España- Invierno de 2001

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