Técnicas de apropiación discursiva

los-millones-de-animales-any-aboglioLas empresas que experimentan en animales, los núcleos comerciales que los conservan para que un público pague por observarlos, los que los crían para venderlos cocinados, y hasta ese horror -multiplicado hoy por la imagen televisiva- que es el negocio taurino, hace un tiempo han comenzado a utilizar el disfraz de la preocupación por los animales o por las personas, adhiriéndose a la solapa el escudo del cuidado y el bienestar animal y la beneficencia. Técnica que intenta pulverizar -cual Alzheimer destructor de la memoria- el conocimiento que permite al ciudadano promedio distinguir entre la amargura del prisionero y la iluminación del libre, y entender la injusticia del inocente asesinado y la ética del no hacer a otros lo que no quieras que te hagan a vos mismo. Técnica desesperada, por cierto, encaminada a detener una zoofilia creciente, aunque a veces un tanto confundida, que inunda con un sentimiento de generosidad a quien la cultiva. Y esto, se sabe, hace muy bien.

La técnica mencionada ha sido denominada «coopción». Significa la adopción de las premisas de los grupos de presión inconformistas por parte de aquéllos que resultarían perjudicados por el éxito de estos grupos. Al estilo de las greenwash respecto de los temas relacionados con la contaminación, se diseñan específicamente campañas publicitarias que propician la preocupación por los animales por parte de quienes los usan y comercian. Les ponen delantales blancos a conejos, ratas, perros y monos en las fotografías, y los agrupan alrededor de la cama de un enfermo, porque «los animales de experimentación velan por su salud, agradezcamos su esfuerzo». Organizan torturas para ayudar a los damnificados con lo recaudado y quien va a atreverse a despreciar tanta bondad. Apuntan que el progreso de la ciencia y la tecnología permite la cría intensiva obteniéndose más cantidad de carne gracias a la administración preventiva de antibióticos de última generación -los mismos que ya se han tornado inútiles para las mismas infecciones que antes combatían- y los animales hacinados, dañados y muertos se desdibujan en medio de la preocupación por un hambre mundial que la cría de animales para comida contribuye a forjar.

Donaciones, preferentemente a niños carenciados. Concursos, con premios para visitar gratis las cárceles zoológicas o el espectáculo circense. Grandes carteles y folletería, para que los contemple pastando y disfrutando en libertad quien se los está engullendo hecho picadillo. Preocupación ante los medios por la corrección administrativa de los papeles que autorizan el sometimiento, la tortura o el genocidio. Declaraciones pro-crecimiento económico del comercio cinegético que asegura que no está en peligro de extinción la especie a la que pertenecen los animales que van a masacrar. Todo tendiente a que siga pareciendo ético lo legal porque ya se empieza a notar mucho que, en materia de ecología y sobre todo de animales, justamente lo que no es ético, es lo legal.

Estrategias y políticas activas en todos los niveles requieren una dinámica de remodelación de los procesos de apropiación de la vida animal. Advertir las disonancias discursivas de los círculos oficiales y de los pseudo proteccionistas que perpetúan la producción y el consumo de la «cosa» doméstica y la aniquilación de la «cosa salvaje», genera una educación coherente y apoya cambios en el consumo imprescindibles en el proceso de reconstrucción sustitutivo de una economía sustentada en el daño ambiental y animal. Transformar la relación con los demás animales implica necesariamente deshacer la línea de poder y concebir un nuevo modelo de integración con la naturaleza en su conjunto. Alterados los sistemas socio ecológicos, la civilización actual diseccionó el conjunto y al unir sus partes, no encuentra la vida. Recuperar la interconexión con otros seres sintientes terrestres es la tarea del verdadero animalista.

Enjaulados, torturados, desangrados, cazados, destruidos, los animales avasallados no corren el riesgo de ser engañados por un discurso falaz. Sí el riesgo de ser defraudados por quienes, en nombre de la protección animal, sólo intentan acallar y/o distraer a la opinión pública para que todo siga como está… ad infinitum.


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