De palabras y de ideas… y otra vez de ballenas

palabras-ideas-vacas-ballenasHace unos días, mientras esperaba el inicio de un programa, me crucé con un episodio perteneciente a una serie del clásico policial inglés, de principios de los ’90. Repentinamente aparecen dos mujeres en el vestíbulo de entrada de un restaurante, preguntando una a la otra:

Did you tell them I am vegan?

[Traducción en el subtítulado: ¿Les dijiste que soy naturista?]

Yes, mother.

[Traducción en el subtítulado: Sí, mamá]

— But, are you sure they know the difference between vegan and vegetarian?

[Traducción en el subtítulado: Pero, ¿estás segura de que entienden la diferencia entre naturista y vegetariana?]

Algo como entre gracioso y lamentable leer “naturista” donde debería decir “vegana”.

Al parecer, cuando un término es difícil de digerir, se rechazan los neologismos que, por otro lado, tan a menudo se introducen a diario en el idioma español. Me sucedió también cuando, en ocasión del doblaje de un video relacionado con salud y experimentación en animales, a pesar de que yo misma había tomado a mi cuidado la traducción del texto y pedido que usaran el término en cuestión, el actor dijo vegetariano donde claramente, en el original, se escuchaba la palabra vegan. No es recomendable, expresaron luego a modo de explicación, usar términos que no están aceptados por el Diccionario de la Real Academia Española. Año 2004 en Argentina. Algunos términos jamás van a llegar a aceptarse. Otros, necesitan que empecemos a usarlos con asiduidad para lograr su aceptación, más aún cuando, en el caso, se trata de la traducción de un término ya bien aceptado en otro idioma.

Cuando una palabra no se conoce aún a nivel masivo, pero su importancia es capital, tanto para la comunicación de un significado como para su diferenciación de otro similar pero muy distinto conceptualmente, y cuando su difusión es fundamental, asimismo, para la transmisión de una idea, difícilmente podamos usar palabras que están asociadas a otros conceptos y que, ciertamente, no hacen relucir el especial brillo de las nuevas ideas que necesitamos difundir.

En relación a la comida, algunos prefieren agregar el porcentaje totalizador antepuesto al término ya conocido y concilian con un: 100% vegetariano. Pero aún así, e incluso aunque lo digan personas con pública trayectoria en la difusión de las ideas, es habitual que quien escucha se quede estancado en el plato de comida. En Argentina, los restaurantes suelen ofrecer “omelette vegetariana.” El problema no pasa en sí por una preferencia fonética sino por una confusión en la práctica que llevará a más confusión aún en la teoría. Un vegetariano es, para la gran mayoría, alguien que no come carne y punto. La gente no espera verlo salir de cacería, pero no necesariamente se asombrará de que use lana o tome un helado o adquiera un perro de agua portugués. En el campo animalista, un vegano/a es alguien que no… y que no… y que no… Pero en el campo del mundo al que queremos llegar, un vegano/a es alguien que simplemente vive como piensa. Respeta a los animales, se divierte sin forzarlos a ser competidores u objetos de la mirada humana o payasos de circo, come vegetales, semillas, cereales y verduras, compra productos sin ingredientes animales y libres de experimentación animal. Alguien que sabe lo que sucede con la esclavitud animal y no quiere ser cómplice de la misma. Y que con la pérdida de la inocencia a la que llegó escuchando una conferencia o leyendo un libro o reflexionando después de leer uno o varios artículos, obtuvo una ganancia que no puede circunscribirse al usual concepto de vegetariano/a.

El sustantivo veganismo y los adjetivos vegano/a, son hoy la manera más sencilla de situar a un interlocutor exactamente en el lugar donde tiene que estar para empezar a pensar en una idea. Especialmente si no conoce el término. Y también porque no es una actitud ética para mantener sólo a bordo de un barco defensor de las ballenas. Esto dijo Paul Watson en el primer capítulo de la serie Defensores de ballenas [1], quien agregó que no pretendía predicar el vegetarianismo, pero que a bordo del barco, era lo único que había para comer. Uno de los tripulantes activistas manifestó que no era vegetariano, pero aceptaba serlo “a bordo”. Estoy segura que ninguno de ellos, que están arriesgando sus vidas para impedir la caza ilegal [2] de ballenas, se las come cuando deja de estar en el Sea Sheperd. Después de todo, ellos mismos recuerdan a la gente, que la caza no se hace por motivos científicos sino porque los japoneses quieren imponer la ingesta de la especie como bocado exótico. O sea, que las usan para convertirlas en comida. De una u otra forma, teniendo en cuenta el asunto de los subtitulados y doblajes, tal vez alguien pueda fantasear con que Watson dijo lo que no dijo pero a mí me hubiera gustado escuchar: defendemos a las ballenas porque son tan respetables y maravillosas como cualquier otro no humano que tenga su sensibilidad y por eso predicamos el veganismo.

A todas las personas que vieron personalmente, en esta última semana de mayo, la vigilia de ballenas Franco Austral en la Península Valdés, Chubut, Argentina, o a través de las notas en televisión o vía Internet, se les enseñó que las ballenas son seres maravillosos que necesitan nuestro respeto y protección. El portavoz del Instituto de Conservación de Ballenas incluso explicó que la gente puede adoptar una ballena, una con nombre, pues ellos las tienen muy bien identificadas hace años a algunas, debido a esos anillos que tienen en la frente y que son una especie de huella “dactilar” que las convierte en individuos únicos. Allí están esperando adopción Victoria, Josephine, Antonia y otras tantas. Qué horror sería hoy, con las posibilidades y las ideas del siglo XXI, seguir usando ballenitas y corsés provenientes de las barbas de las ballenas, como el término revela que se hacía antes.

Lo cierto es que seguramente, más allá de las señales que podamos descubrir en su anatomía, todos los animales explotados son individuos únicos, especialmente para sí mismos. Así que lo que nosotros como abolicionistas tenemos que enseñar es que las vacas, los perros, los cerdos y todos los seres sintientes son, como las ballenas, seres valiosos por sí mismos.

En esta misma semana en cambio, los medios de comunicación, trajeron muy diferentes enseñanzas respecto de otros no humanos, aunque con distinto alcance. Se denunció la situación de los perros sin hogar en La Matanza o en Mar del Plata, provincia de Buenos aires, por ejemplo. Pero sucede que los perros, levantados de las calles, enjaulados, torturados y matados en muchísimos Centros de Zoonosis donde no se admite un accionar paralelo a favor de esos animales no humanos, son por otro lado producidos por los criaderos para venderse como compañía o guardia, ocupando los hogares que realmente escasean para cobijarlos. Para  completar el ciclo esquizofrénico educativo, los productores porcinos y los veterinarios a cargo de los establecimientos, aparecen mostrando sus campos de concentración, recordando con esmero que la gente puede seguir comiendo a estos animales sin miedo a enfermarse de gripe porcina, porque para hacerlo tendría que estar en contacto con el animal, y los empleados que así están, lo hacen protegidos por demás, ya casi metidos debajo de una escafandra. Sin contar con que en este país, las enfermedades que tienen son otras.

En gran parte por todo esto, el veganismo precisa ingresar en este siglo en su total dimensión ética, como palabra que contiene una gran idea, para recordarnos que así la vaca como la ballena, todos son seres sintientes con derecho a vivir en el mundo al que también pertenecen, y a hacerlo libre de la opresión que hoy les imponemos, sólo por placer y costumbre, sin ninguna necesidad.

Notas


[1] Serie emitida por el canal de Animal Planet, Capítulo 1°, 8-3-09

[2] Quedó bien claro en varios capítulos de esta serie, que los activistas estaban tratando de impedir la caza ilegal de ballenas, dado que los japoneses no estaban cumpliendo con lo establecido por la Comisión. Ballenera Internacional, organismo creado para regular la caza, en atención al peligro de extinción de la especie.

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