Se han planteado ciertas confusiones a la hora de tratar el tema de la experimentación en animales no humanos. Es fácil disolverlas, en la medida en que se entienda que el argumento ético esgrimido por un defensor de los derechos animales no sufre ningún perjuicio cuando añade su adherencia a la antivivisección científica.
Desde el punto de vista de la consideración moral que nos lleva a rechazar el uso de los otros animales cualquiera sea su fin, es obvio que esta posición incluye el rechazo de su uso para experimentos en medicina. A partir de esta base, el que la sostenga podrá también adherir a los postulados de la antivivisección científica. O podrá no hacerlo. Arribará en ambos casos a la misma conclusión: los animales no deben ser usados como objetos para este fin. Por lo tanto, no tiene sentido que se le cuestione la presentación del tema de la antivisección científica aludiendo a que sería contraproducente dado que podría contrargumentarse que, de entenderse que es necesaria la vivisección para fines médicos, se quedaría sin posibilidad de un argumento defensivo. Para quien defiende a los animales no humanos por motivos éticos, el argumento antiviviseccionista se suma a la consideración moral plena que rechaza su condición instrumental, cualquiera sea el fin.
Quienes rechazan el uso de animales no humanos en experimentación médica por motivos científicos, no necesariamente se colocan en una posición de rechazo al uso de los animales no humanos. Esto significa que se oponen porque lo consideran un modelo dañoso para quienes se supone tiene que beneficiar.
No debemos usar a los otros animales para nuestro beneficio. Y podemos también considerar que el modelo de experimentación en animales es erróneo, enraizado en un paradigma científico en crisis.
La reflexión acerca de estos temas –al igual que en el tema del paradigma nutricional– se debe pensar cuestionando el mayor mito de la ciencia: la idea de su neutralidad, de que puede existir un conocimiento sin sujeto. Y en este sentido, la captura de la medicina viviseccionista por los parámetros de la rentabilidad productiva corre en forma paralela a las planificaciones sociopolíticas que gravitan profundamente tanto en la salud como en la enfermedad.