La vergüenza sangrienta que tiñe a Canadá

Pleno de vitalidad transcurrió el mediodía del 15 de marzo, entre los aguaceros del catorce y los del dieciséis. Aquí, en Buenos Aires, a metros de la embajada de Canadá, y en Nueva York, enfrente del consulado canadiense. Las campanas doblan también por los no humanos. Fin a la matanza de cachorros de focas arpa. No sólo porque son crueles sino también porque estas matanzas –como se leía en los afiches-, son inmorales.

Los reproches a los cazadores que en años anteriores hizo la HSUS de EE. UU., exigiendo una matanza humanitaria en cumplimiento de las normas de bienestar animal, están lejos de forjar un mundo de respeto para la vida marina y para la gente de Terranova, empujada a convertirse en asesina serial. ¿Cómo era eso de que los asesinos seriales son también crueles con los animales? Esperen: esto se hace por dinero, así que la gente no es cruel ni asesina. ¿O sí? Este no es el punto, dijo el gobierno de Canadá. Entiendan, señores defensores, que las focas se comen todo el bacalao y nos van a dejar sin peces, un horror. El Partido Verde de Canadá abre los ojos asombrado para decir que cuando los europeos ocuparon la costa norte de América del Norte, había 24 millones de focas, viviendo en armonía con tantos peces que los barcos no podían avanzar por la densidad de los cardúmenes. Después de años de matanzas, hoy sólo quedan escasos 5 millones de focas. La quinta parte remanente no puede ser causa de escasez de otros peces. Silencio. Hay que buscar otra excusa y menospreciar las consecuencias del calentamiento global. Ya no son blancas, señores defensores, como pidieron en años anteriores. Se les dio lo que pedían. No, bueno, nosotros nunca pedimos regular la actividad. Pero es cierto, está prohibido matar los “white coats”, ahora hay que esperar a que les nazca el primer pelo gris para matarlas. Siguen siendo cachorros apaleados frente a sus madres despavoridas, pero técnicamente la ley reglamentó una matanza más humanitaria redefiniendo el concepto de “cachorro de foca”, así que corra el rojo de su sangre derramada destruyendo lo que les pertence: Sus propias vidas. No sólo para vender sus pieles. La industria de la carne aporta incentivos, para utilizarlas principalmente como alimento de visones y zorros criados a su vez para vender sus pieles, esas que algunas señoras del mundo artístico argentino llaman “ecológicas” porque no saben que, de la naturaleza o de criadero, los animales no se suicidan. Y como no llega suficiente información al mundo sobre la fácil y sencilla obtención de Omega 3 a partir de las semillas de lino, la industria de la salud también colabora con lo suyo comprando la parte grasa de sus cuerpos.

El miércoles 15 de marzo pasado se puso el acento en donde corresponde, en el apoyo del gobierno, para evitar así el daltonismo que podría surgir del fuerte reflejo de la nieve. No es necesario pedir permisos para filmar la muerte “con métodos crueles” No lo digo yo, quienes lo han hecho también están reconociendo que al menos “esta” matanza nunca podrá ser humana. Llegará el día en que se aceptará que no hay ninguna matanza que pueda ser “humana”, excepto que nos reconozcamos como generadores de violencia y horror hacia la otredad indefensa. Formularemos entonces una puesta en marcha de otro concepto de humanidad: “Seres capaces de cuestionar sus propios actos y elegir, primero, no dañar.” Más allá de las leyes porque, después de todo, no hay ley que obligue a sojuzgarlos.

Desde cualquier lugar del mundo se seguirá presionando al gobierno de Canadá para que ponga fin a estas matanzas y de una salida decente a los habitantes de Terranova. La coherencia en nuestra postura nos aleja de boicotear la compra de otras especies marinas comercializadas por Canadá, dado que sería alentar la matanza de unos a favor de la vida de otros. Para el que pueda hacer turismo, nada de opciones turísticas canadienses. Los esperamos en Argentina. Cuando lleguen verán que por casa no andamos muy bien. Traigan prismáticos para avistaje de ballenas (Canadá también lo hace y sería una buena propuesta el ecoturismo de focas), y no se horroricen con las promociones de los cotos de caza deportiva. Y de paso, salven animales comiendo vegetales. Después de todo, el presidente Kirchner ha pedido a los argentinos que dejemos de comer carne. Y las razones bien podrían ser otras: por los no humanos, por la ecología, por nosotros mismos. Esta pampa bien puede vestirse de vegetales y granos… para todos.

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