Exponiendo lo que suele estar oculto

Cuando se destacan las condiciones espantosas en las que se hallan los animales dentro de un zoológico, o cuando se denuncian severas irregularidades delictuales –como hizo la WWF en los 90’ respecto del zoológico de Mendoza– [1] se obnubila el enfoque que preocupa y ocupa al defensor de los derechos animales. Pero para hacer sonar la alarma de lo éticamente incorrecto, basta con leer –incluso en el “enriquecimiento ambiental” o en el vidrio futurista con que hoy se reemplaza la herrumbre del barrote–, la biografía de un condenado. Injustamente condenado, condenado inocente, para nada inocentemente condenado. En el oleaje de esta oración se escurre lo que suele estar oculto: el negocio de los dueños de una concesión llamada Jardín Zoológico, donde viven los condenados por todos aquellos que van a observar lo que les venden como observable, aderezado con aires de educación popular e intenciones conservacionistas. Pero también hay cursos: de reproducción de aves silvestres en cautiverio, de reptiles y ofidios, de fotografía.

Ahora tenemos que la concesión del Zoológico porteño se ha prolongado por 5 años más. La concesión anterior, de 20 años, había finalizado el 31 de enero de 2011 y hasta la fecha no se dio apertura a la licitación, de allí esta prórroga del Ejecutivo porteño, que no puede darse por otros 20 años porque en tal caso debería tratarse en la Legislatura. El Director de Concesiones del Gobierno porteño advierte que la licitación que pronto tendrá lugar se hará obligando a los futuros administradores a que realicen determinadas mejoras. El acrílico para el encierro, por ejemplo. La línea del bienestar sabe lo que dice: le da cierta sensación de incubadora y, por lo tanto, de animal protegido de la intemperie, aunque expuesto a la esclavitud. Un millón de personas por año visitan el predio de la empresa que hoy explota el lugar. El canon que recibe el Gobierno –dueño de los animales y los bienes– se mantiene, y se asegurará la continuación del Proyecto Arca, banco genético de “conservación de especies” que no necesita esperar el Diluvio Universal, convertidos como están los zoológicos en las arcas del s. XXI.

Mientras tanto, junto con la licitación, estarán pronto trabajando los publicistas. Lo interesante es que la captación de clientes, como en todos los casos, se perpetra con puentes estratégicos construidos por psicológos y sociólogos para influir en las decisiones de los seres “racionales”, los cuales serán manipulados por medios tendientes a persuadir, guiar o llevar hacia ciertas conductas, basados en la conexión con la parte más irracional que poseen los humanos. Entonces, la gente irá al zoológico eligiendo “libremente”, los chicos aprenderán acerca de las “mascotas”, las vacas matadas o quienes sean serán comidas durante el paseo, y la educación para la opresión civilizada de los animales no humanos proseguirá mientras se observan a los inocentes condenados, convencidos los clientes del paseo de que la violencia y la injusticia no hacen parte de sus decisiones cotidianas.

Nota

[1] El Sol, Mendoza, “Viejas y nuevas historias de gatos por liebres”, por Marcelo Sisso, 2 de junio del 2002. Disponible en: http://www.anima.org.ar/esclavitud/entretenimiento/zoologicos/viejasynuevas.html

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